Era ágil, más ágil que entonces, y tú me devorabas el corazón con ansias galopantes, fue entonces cuando te dije: “si me rompes el corazón no podré quererte más y moriré de pena”.
Fue entonces cuando la pena angustia se posó sobre tus alas. Y volose lento y suave sobre mi cuerpo, tal cual ave carroñera que asume quien es su presa. Desperté empapada en llanto de agua salada de un mar lleno de lágrimas secas, vacías de todo y llenas de nada, y allí, sentada frente a aquel vaso de agua medio lleno, medio vacío, intermedió mi voz y te dije: “si me rompes el corazón no podré quererte más y me moriré de pena”.
Y un mar de vida se abrió paso entre los dos.
Diseño e Ilustración: Ana Gómez López